Este titular tan literario suena
a portada de libro, en realidad sugiere portada de un libro pero no lo es. Simplemente es
el breve relato a vuela pluma una cena con Mario Vargas Llosa.
Hablamos de la cena que tuvo con
siete amigos en el Chalet La Suisse de Markus y que tuve la gran suerte de
encontrarme entre los comensales.
Vargas Llosa venía cansado pues
acababa de terminar un brillante coloquio en el salón Chiquitano de la Fexpocruz,
donde tuve la suerte, junto a la gente de la Fundación y Papa Brawn, de
encargarme de la puesta en escena. Al escritor le gusta que las cosas funcionen
y tener siempre agua a su vereda para enjuagar el gaznape pues este se cansa de
tantas cosas unas buenas y otras de las cuales no estoy de acuerdo, que el con
su habitual brillantez verbal apabulla al respetable.
O sea que se tenía bien merecida
una buena cena y còmo no un mejor vino. En esta cena el premio nobel eligió personalmente
un Merlot de Campos de Solana que marido con el plato nacional de Suiza el
Emince Rösti. Este maridaje resulta perfecto ya que estamos ensamblando en las
papilas una carne de res suave papa y todo ello salteado en la sartén con
mantequillas y vino blanco.
Si bien los suizos apuestan con
vinos más aromáticos o de la Zona como el riesling, la apuesta de Vargas Llosa
para maridar con tinto me pareció acertada por la suavidad de esta variedad que
es el merlot.
En la conversación de esta cena
se tertulió de todo de lo divino y de lo
humano, si bien personalmente no estoy de acuerdo con algunas ideas del
pensamiento de Vargas Llosa, esto no es óbice para conversar sin acritud de política,
de literatura, de moda, de literatura o de gastronomía… lógicamente también tuvimos
el apartado enológico, el escritor se mostró muy interesado por los vinos
boliviano y le contamos las particularidades de las bodegas situadas en Tarija
y en los valles cruceños.
Una velada de excepción,
inimaginable y de gran nivel gastronómico y literario en un marco a la altura
de tal ocasión.
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